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RAFAEL ALBERTI


Nace en Puerto de Santa María (Cádiz) en 1902, en una familia de bodegueros de clase humilde. Asiste al colegio de los Jesuitas de su pueblo, del que dirá que “no aprendí nada durante cerca de cuatro años de externado” .

En 1917 se traslada a Madrid con su familia,  y empieza a cultivar la pintura, acudiendo continuamente al Museo del Prado. Llegó a presentar una exposición (en 1.922) de sus cuadros y dibujos en el Ateneo madrileño. Nunca pudo superar la nostalgia del Puerto, la luz, la mar.... Su padre muere en 1920,  y desde el año 1923 se consagra enteramente a la poesía. Una tuberculosis le obliga a reposar durante un tiempo, entre 1920 a 1921 en la sierra de Guadarrama y en Rute. Los primeros poemas que escribe entroncan con las vanguardias (Creacionismo), la lírica tradicional y Bécquer. 

En estos años entabla amistad con Lorca, Dalí, Buñuel y otros que vivían en la Residencia de Estudiantes. En el invierno de 1924-25 pasa unos meses en Rute, pueblo cordobés. En 1925 publica su primer libro  Marinero en tierra que había recibido  el Premio Nacional de literatura el año anterior compartido con Gerardo Diego. en una carta al autor, que se incluía en el libro, saludaba con entusiasmo Juan Ramón Jiménez la aparición del nuevo poeta como un valor auténtico de la poesía española, y esta consagración fue un gran estimulo para Alberti. vinieron nuevos libros: La amante (1925), El alba del alhelí (1927), Cal y Canto (1927) y Sobre los ángeles (1929).

En 1927 sufre una crisis sentimental y tres años después se encuentra con Maria Teresa León, escritora, y desde entonces su compañera. A partir de 1930 escribe poesía revolucionaria.  En 1931 se afilio al Partido Comunista y estreno sus obras de teatro Fermín Galán y El hombre deshabitado.

En 1933 realiza un viaje a Rusia y crea la revista Octubre. A esta época pertenecen Consignas, Un fantasma recorre Europa y 13 bandas y 48 estrellas. Alberti es el único poeta de su generación comprometido políticamente con una tarea revolucionaria, a la que se entregó antes y durante la guerra civil, junto con su mujer, la escritora María Teresa León.

Durante la guerra civil toma partido por el bando republicano, dirige la revista El mono azul y es secretario de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Tras la guerra empieza el largo exilio. Se traslada a Paris al terminar la guerra. En 1940 marcha a Argentina. En la década de los cincuenta viaja por Hispanoamérica, Rusia, los países socialistas y China.

A partir de 1963 reside en Roma. Ha viajado por casi toda Europa, Rusia, América y China.. En 1965 recibe el Premio Lenin de la Paz.

Vuelve a España en 1977. Se casa con Asunción Mateo. En 1983 se le concede el Premio Cervantes de Literatura y es elegido Diputado a Cortes por el Partido Comunista. Fallece en 1999.



Obra poética

Más que a Lorca, con quien suele comparársele por fáciles motivos —andalucismo, vena popular—, Alberti recuerda a Gerardo Diego por el dominio de la técnica, la variedad de facetas, la fecundidad. En la poesía de Alberti hay que distinguir las siguientes etapas:

La neopopularista —Marinero en tierra, La Amante, El alba del alhelí—, inspirada en nuestro cancionero tradicional y en el folklore andaluz. Estas breves canciones donde se conjuntan felizmente tradición y modernidad, escritas con la gracia de un Gil Vicente o de un Lope, son quizá el máximo acierto de Alberti, que en los últimos años ha vuelto más de una vez a su primera manera: Entre el clavel y la espada, Baladas y canciones del Paraná.

La neogongorina y vanguardista —Cal y canto—, propia del entusiasmo de su generación por el autor de las Soledades, de quien hace una paráfrasis. La obra incluye, además, sonetos, tercetos, romances, cuartetos y algunos poemas que preludian el humor de Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos. Cal y canto es un libro sin unidad temática ni formal, un ejercicio de virtuosismo barroco, sin mayores méritos que los técnicos.

La surrealista: Sobre los ángeles. según Vicente Gaos, se ha exagerado el valor de este libro, que muchos consideran la obra maestra del autor y una de las obras capitales del surrealismo español. El surrealismo de Alberti parece más fruto de una deliberada actitud mimética que de una honda convicción interior. Los ángeles y demonios de Alberti resultan «literarios». El verso libre es indeciso, como producto de una nueva experimentación del poeta, que no logra en él la maestría formal mostrada en los metros, populares o cultos, antes cultivados. Sobre los ángeles incluye un homenaje al soñador y angélico Bécquer, a quien los poetas de 1927 salvaron, por su pureza estética, del descrédito en que envolvieron al Romanticismo. Sermones y moradas prolonga la línea de Sobre los ángeles, en un verso libre estirado hasta los limites de la prosa.

La política: A partir de este momento y a través de Elegía cívica  —«crisis anarquista y tránsito de mi pensamiento poético», en palabras del autor—, Alberti desemboca en la poesía política, que cultivará hasta el final, aunque con frecuentes retornos a la «poesía burguesa», que repudió en 1931. Es lugar común afirmar que la lírica revolucionaria de Alberti no está al nivel de su producción anterior. Es verdad que en dicha lírica hay lamentables caídas y muestras de mal gusto. Pero también lo es que en esta dirección Alberti ha escrito bastantes de los mejores poemas que salieron jamás de su pluma:  El poeta en la calle (1931-1935), De un momento a otro (1934-1939), 13 banderas y 48 estrellas (1935) Entre el clavel y la espada (1939-1940)

La del exilio: Alberti vuelve a cantar al mar y a la patria, al mundo infantil en un tono más barroco. Pleamar, Oda Marina, etc.

En conjunto, Alberti es un gran poeta, pero no un poeta de primerísimo orden, como creen muchos que lo ponen a la par, y aun por encima, de Lorca.

Tiene una extensa obra con gran variedad en cuanto a temáticas, estilos y esquemas temáticos.

Alberti es un hombre capaz de seleccionar “los medios expresivos más acordes con sus intenciones de cada momento”, según dice Dámaso Alonso, sin embargo en sus comienzos se acerca mucho al neopopularismo de Lorca.  

En su poesía podemos establecer, como hemos visto, 5 etapas, todas ellas con el denominador común, más o menos insistente, de la presencia o la añoranza del mar, lo que le llevó, en 1986, a recoger en el volumen Todo el mar los poemas que giraban en torno a él. En 1994, apareció otra recopilación, prologada por su mujer, Asunción Mateo, con el título de Solo la mar.

 
Etapa Neopopularista

En la primera etapa de su poesía, Alberti ha sabido recrear con alabada gracia y sorprendentes aciertos formales, la lírica popular de los Cancioneros del siglo XVI, y de Gil Vicente. Juan Ramón Jiménez definió esta primera poesía albertiana como "poesía fresca y acabada a la vez, rendida, ágil, graciosa, parpadeante: andalucísima". Es la corriente neopopularista que ya habían iniciado antes el mismo Juan Ramón Jiménez y Manuel Machado, y que hereda también García Lorca. El propio Alberti señaló la importancia de esa corriente poética -popularismo depurado con nueva voz y nueva sensibilidad- en una conferencia que dio en 1932 con el título "La poesía popular en la lírica española contemporánea". si en Marinero en tierra expresa el poeta la nostalgia de un mar de infancia - la suya propia en el litoral gaditano-, como paraíso perdido, y en La amante traza, estilizadamente, en brevísimas canciones, caminos poéticos de tierra adentro -de Castilla la Nueva a la Vieja y al litoral santanderino-, en El alba del alhelí el paisaje protagonista es el pueblo de rute y la serranía cordobesa que lo rodea, en donde Alberti pasó una larga temporada en el año 1924.

Marinero en Tierra de 1925, donde el poeta recuerda con nostalgia el paraíso perdido de  la infancia y la nostalgia del mar desde la tierra adentro. Todo se vuelve añoranza de ese mundo infantil inocente y puro al que le dedicará buena parte de la Arboleda perdida I. El libro lo empezó en el Sanatorio de San Rafael, en Guadarrama, donde se recupera de una tuberculosis. Presenta todo el mundo infantil del poeta, sus recuerdos cerca del mar y su deseo de volver a fundirse con él, lo cual da al libro un cierto aire de ensueño. Lo más significativo es que el mar no aparece como un elemento épico, como había sido habitual en la poesía, sino como un elemento de sugestiones sobre el que el poeta proyecta sus deseos más íntimos. En el libro encontramos ecos de la poesía de corte tradicional, especialmente del Cancionero de Barbieri, así como influencias ultraístas.  

     Es el libro de un poeta mediterráneo ya anclado en Madrid, un libro de despedida, la primera despedida y el primer dolor del poeta. El mar y la libertad serán una constante en la poesía del Alberti y en este libro encuentran su primera exposición literaria completa. El volumen consta de tres secciones: en la primera se encuentra el Sueño del marinero compuesto por doce tercetos y que es el poema más largo del tomo; en la segunda están los doce sonetos, dedicados a personajes reales, a seres imaginarios y a muertos; en la tercera se encuentran treinta y tres canciones dedicadas a las tierras de Andalucía y Castilla; la tercera parte está compuesta por sesenta y tres cancioncillas cuyo asunto central y preponderante es el mar. si bien Alberti está generalmente considerado como un poeta popular su metaforización es de raíces cultas, gongorinas y se podría afirmar que la sencillez de Alberti es una sencillez buscada, conseguida después de un lento trabajo de depuración. aunque en la primera parte hay un cierto predominio de esa imaginería culta, en los sonetos predomina el paisajismo andalucista y granadino que debe gran parte de su importancia a la poesía lorquiana. En el resto del libro existe por otro lado un acento mesuradamente puesto en lo visionario. Pero la visión de Alberti es más bien la visión limitada de un sueño personal, de una fantasía medida por su anclaje en lo real: la interioridad del espíritu del poeta está siempre, constantemente, al servicio de los datos del mar y sus trabajos. Las trasposiciones de los mundos (tierra y mar; mundo campesino y mundo marinero) son trasposiciones en el orden de las acciones y en el orden de las imágenes. Aun así, la elevación se debe al mar, nace de él:

¡Oh, mi voz condecorada
con la insignia marinera
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!

 Esa fantasía marinera tiene la cualidad de combinar también los animales y de alterar su localización: una fantasía zoológica marina y onírica preside la mayoría de los poemas del mar. Aquí se ve la enorme importancia de los colores en la obra de Alberti. No sólo en Marinero en tierra: hay que recordar que Alberti comenzó su carrera artística como pintor, que pasó cientos de horas en el Museo del Prado. En cada poema hay un cuadro, un pintor que elabora, diseña, fabrica una composición y después comienza a colorear. Hay una gran abundancia de impresiones visuales con oposiciones cromáticas, con fuertes efectos lumínicos, con matices de una gran pureza y riqueza combinatoria a la vez: blanco y negro, sol y luna, rojo de la pasión y de la sangre frente al rojo del otoño, con su carga de melancolía; verde del mar y verde de la tierra. Marinero en tierra es una obra de juventud y presenta sin embargo, todas las características de una producción de madurez: señorío expresivo, delicadeza de motivos y complejidad de su combinatoria lírica, dominio de la metáfora como vehículo de un cúmulo de mundos: la nostalgia de la niñez, la presencia de la juventud que es pérdida porque ya han  existido despedidas y un arsenal que no desdeña lo mitológico y lo clásico pero lo somete a un criterio de inteligibilidad de enorme claridad.

     No es Alberti el único de los poetas de la Generación del 27 que trata el mar como eje simbólico de su obra, ya que Pedro Salinas comparte esa inspiración. Pero Alberti es ambivalente en cuanto a los contenidos del símbolo. El mar es un paraíso y al mismo tiempo es un paraíso perdido que alberga los horrores de la muerte:

Como ofrenda le traía

sus dos senos grises, yertos,

una manzana podrida

y un pez con cinco agujeros.

     El tono profético está casi ausente de Marinero en tierra: hay en él un contenido esfuerzo hacia la simplicidad y hacia la pureza, la búsqueda de un acento popular que no abandone el rigor de la gran poesía.

Por estas razones, esta obra es un clásico de su generación, una sumatoria de lirismo, innovación y clasicismo.

La amante, de 1926, corresponde a las impresiones recibidas por un viaje hecho por tierras de Castilla y País Vasco con su hermano Agustín, corredor de vinos, en el verano de 1925

Se caracteriza por la ligereza gracejo, ritmo y canción espontánea, con una visión de Castilla muy diferente a la de la generación del 98. Alberti nos presenta una Castilla jovial, sin reflexiones metafísicas; se trata de plasmar la impresión que le produce un paisaje que a sus ojos se desenvuelve como exótico.  La amante, según Alberti era una mujer que conoció durante unos días de reposo en Guadarrama.

De forma estilizada, la realidad recordada se impone sobre la vivida.

El alba del alhelí, de 1928, publicado por José María de Cossío en una edición reducidísima, surge a partir de sus experiencias en Rute; presenta la Andalucía del interior, que se contrapone a la del mar, luminosa y libre. El libro, que inicialmente iba a titularse Cales negras, presenta dos partes esenciales: las composiciones de tema taurino compuestas a raíz de su participación en el homenaje por el séptimo aniversario de la muerte del torero Joselito, y los poemas que  forman “La encerrada”, en donde se canta su  pasión amorosa por una chiquilla a la que le impiden ver y de su pena al tener que irse de su lado sin poderla liberar.  

 

 Etapa Neogongorina y vanguardista.

     Del Neopopularismo, Alberti evoluciona a una poesía culta y barroca en que la influencia de Góngora -del Góngora barroco- es visible, como lo muestra su libro Cal y Canto (1927), cuya aparición coincide con el centenario de Góngora que la generación del 27 celebró con fervor.

     En el citado homenaje a Joselito, Alberti leyó su Soledad tercera y dos sonetos a Góngora. Esta etapa se inserta dentro de la admiración que los autores del 27 profesaran al poeta cordobés, para cuyo homenaje, Alberti reunirá una serie de poemas bajo el título de Cal y Canto (1929 en donde llega incluso a calcar la sintaxis y las imágenes de Góngora. En general, puede decirse que el libro es más un ejercicio de virtuosismo poético que de expresión poética personal. La importancia de este ejercicio es que le servirá de base para su indagación en los recursos vanguardistas, cuyo mejor fruto será Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, de 1929, un homenaje a los artistas del cine mudo. Son poemas secuenciales y visuales, en un intento de recrear el lenguaje cinematográfico. Lo fundamental de este libro es que presenta una perfecta asimilación de los recursos formales del vanguardismo y que desarrollará en la etapa posterior.

Cal y canto es publicado en 1929. Aquí llega incluso a calcar la sintaxis y las imágenes de Góngora. En general, puede decirse que el libro es más un ejercicio de virtuosismo poético que de expresión poética personal. En este nuevo libro se somete Alberti a la disciplina de una geometría verbal que muestra la perfección técnica de la forma. Pero si la huella de Góngora está en las bellas y audaces metáforas de Cal y Canto, los motivos del libro están tomados del mundo moderno, del mecanismo dinámico de nuestro tiempo: el cine, el avión, el deporte, el ascensor, el teléfono, la radio, el gramófono. Es el mundo de los mitos modernos cantados con júbilo y a veces con humor. Pero si el mundo de la vida moderna que canta el poeta representa la alegría del hombre creador de un nuevo mito -el progreso mecánico-, también anuncia en él la destrucción de ese mismo mundo recién creado.La importancia de este ejercicio es que le servirá de base para su indagación en los recursos vanguardistas, cuyo mejor fruto será Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos.  

Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, de 1929, es un homenaje a los artistas del cine mudo. Son poemas secuenciales y visuales, en un intento de recrear el lenguaje cinematográfico. Lo fundamental de este libro es que presenta una perfecta asimilación de los recursos formales del vanguardismo y que desarrollará en la etapa posterior.  

 

 Etapa surrealista

Con Sobre los ángeles, publicado en 1929. Representa un cambio brusco de tema: del mundo geométrico y mecánico -la ciudad moderna- a un mundo misterioso de ángeles angustiados y rebeldes. Un crítico, Solita Salinas, ha señalado que ese universo de ángeles extraños procede en parte, de la tradición de la angeología cristiana, y continúa con la tradición romántica de poesía misteriosa y alucinada, viva aún hoy. Pero al mismo tiempo el libro enlaza con la corriente surrealista, que ya entonces comenzaba a influir en algunos poetas de la generación, como Aleixandre y Cernuda. El mismo crítico ha sugerido que Sobre los ángeles es probablemente fruto de un drama interior del poeta, de una grave crisis espiritual, provocada por la pérdida de la fe y del paraíso de la primera juventud, y quizá también por la muerte de un amor. Con Sobre los ángeles, Alberti se incorpora al surrealismo; es un libro desesperanzado, y prepara la poesía de compromiso político-social de los años treinta. El libro surge no solo como consecuencia de una crisis amorosa, sino como consecuencia del clima que se respira en la España de los años 20, en donde los poetas darán cabida al mundo de los marginados, de lo onírico y de la innovación formal inspirada por el surrealismo. La obra presenta tres partes encabezadas por una cita de Bécquer y se nos presenta al poeta desterrado del paraíso y errante en un mundo caótico y rodeado de ángeles buenos, malos y neutros, que algunos autores han relacionado con la Biblia, mientras que para otros representan distintos estados anímicos del poeta. Estos ángeles están en continua lucha en el interior del poeta, representando en cierta forma la lucha intestina entre lo positivo y lo negativo del hombre y como es imposible la destrucción de uno de los dos sin la destrucción total del hombre mismo.  

     Es el libro que sitúa a Alberti en un lugar preeminente dentro de la producción poética española, pues con él alcanza la máxima cumbre de su mundo lírico. Obra que revela huellas simbolistas y superrealistas, y que hace pensar en antecedentes como Blake y Rimbaus, ofrece, sin embargo, la imagen de un mundo personal e inclasificable.

     De forma cuidada y originales conceptos poéticos, está vinculado, por otra parte, a una crisis íntima del autor, que convierte a sus ángeles en la encarnación de sus sentimientos, y así la angustia y la desesperación del hombre contemporáneo toman la forma de imágenes visionarias, imágenes ciertamente insólitas y ausentes del resto de la obra poética de Alberti.

     En una introducción a la que titula "Paraíso perdido" relata el poeta la inútil y desesperada búsqueda de este mundo inalcanzable, búsqueda que desembocará finalmente en la construcción lírica de ese universo angelical, en el que los ángeles nada tienen que ver con categorías celestiales y así con las fuerzas interiores que empujan al poeta. aunque puedan parecerse a los ángeles barrocos, bizantinos o románicos, son en realidad seres ígneos, hiperbóreos, situados, según Valbuena, en un "reino neutral entre el Edén y el Infierno", al que sólo se puede acceder después de atravesar el "Boquete de sombras" que representa el mundo de angustia y desesperación de la  crisis poética.

     En este reino intermedio se mueven el ángel desconocido, el ángel ángel, el ángel de las bodegas, el ángel de los números (al que Azorín dedicó una hermosa glosa), el ángel ceniciento, los ángeles mohosos o los ángeles muertos, configurando un mundo poéticos intemporal, totalmente ajeno a las diferencias del idioma, que en el año 1948 mereció, en un extenso artículo de fondo del Times Literary Supplement, que Alberti fuese calificado como el más universal de los poetas de su generación.

Sermones y moradas, escrito en 1924-30, es un libro en el que introduce el irracionalismo; no tiene unidad temática, y los versos, sin rima, son muy largos;

 
Poesía política.
     Los largos años de exilio, desde 1939 han enriquecido considerablemente la obra poética de Rafael Alberti. De los ocho libros que contenía su volumen Poesía, en que el autor reunió, en 1935, toda su obra realizada hasta entonces. se pasa a los veinticuatro que comprende a la edición de sus Poesías completas aparecida en Buenos aires en1961.

Una parte de esa poesía de posguerra es poesía de circunstancia política, consecuencia de la tragedia de la guerra civil -por ejemplo, el libro Capital de Gloria-.

En enero de 1930 escribe la elegía Con los zapatos puestos tengo que morir, que supone el inicio de un periodo nuevo en su poesía y en su vida. Ingresa en el Partido Comunista, crea la revista El mono azul,  y califica de burguesa a la poesía hecha hasta entonces. A partir de ahora se dirigirá a la inmensa mayoría.  

     De esta etapa son:

Un Fantasma recorre Europa (1933), Consignas, del mismo año, 13 banderas y 48 estrellas (1935), Capital de la gloria; en 1961, al editarse sus Poesías completas, se agrupan en El poeta en la calle (1931-35) y De un momento a otro (1934-39).  

Así tenemos:

 El poeta en la calle (1931-1935)

De un momento a otro (1934-1939)

13 banderas y 48 estrellas (1935)

Entre el clavel y la espada (1939-1940). Obra impregnada por la amargura del exilio.

     En estos poemas tiene un tono combativo, agresivo y de denuncia; protesta ante lo que sucede en su país. También critica los desmanes llevados a cabo en Hispanoamérica. Este carácter combativo hace que en ocasiones se produzca una despreocupación formal.

 

 Etapa del Exilio .

Alberti ha sido siempre fiel a las virtudes y cualidades que le han caracterizado como poeta: la maestría de la técnica poética, la gracia alada del verso, el sentimiento finísimo del ritmo. Esa poseía aérea, esbelta, jugosísima de Alberti, la volvemos a encontrar en algunos de sus libros del exilio, como sus Canciones del Paramá (1943-1944), aunque ahora la lejanía y nostalgia de la patria empañen a veces de melancólica tristeza sus canciones. El recuerdo y la añoranza de España aparecen y reaparecen a lo largo de tos su poesía del destierro, especialmente en sus libros Entre el clavel y la espada (1941), Retornos de lo vivo y lo lejano (1952), Ora marítima (1953) y Baladas y canciones del Paraná (1954).

A estos libros de su etapa de exilio argentino habría que añadir Pleamar (1944) y un libro de poesía política Coplas de Juan Panadero (1949). Aunque en estas obras la poesía de  Alberti se ha hecho más seria y preocupada, más angustiada por la circunstancia del exilio, no falta en ellas, a veces, la gracia de un cantar, de una canción. Pero domina la amargura de la derrota y de la patria perdida, que impregna su libro Entre el clavel y la espada.

La serie de poemas Toro en el mar es un canto al Toro de Iberia, que simboliza a la España herida por la guerra civil. en algún poema asoma la melancolía por la ausencia de la España lejana: "Mis ventanas ya no dan a los álamos y a los ríos de España".

Otros libros lo presentarán obsesionado por la patria y amargado por ser un desterrado, como Retorno de lo vivo lejano, de 1952.  donde el acento nostálgico es aún más intenso, libro lleno de añoranzas y recuerdos españoles. El tono elegiaco domina en todo el volumen, en el que destaca la serie "Retornos de amor", culminación de la lírica de motivación amorosa en Alberti.

Ora marina, título de un poema latino de Avieno, es un canto de homenaje a Cádiz, con motivo de cum0lirse su tercer milenario. 

Salvo las Coplas de Juan Panadero, de 1949, después ampliado, que siguen siendo de carácter combativo y entroncan con la poesía satírica del siglo XV, la obra de Alberti cambia, deja su preocupación político-social  y se vuelve más barroca.  Su temática principal es España. La añoranza del mundo infantil, del mar, se suma a la de la patria perdida en Pleamar.

Pleamar, publicado en 1944; Oda marítima, de 1953, expresan la añoranza de su tierra gaditana, su infancia, el mar, su cielo...

Pero también existen otras preocupaciones, como la pintura y sus teorías estéticas: A la pintura, de 1945. Pintor en su juventu y luego en su madurez, Alberti ha conseguido en este homenaje a la pintura -"poema de color y de línea", como el propio autor lo llama- uno de sus más bellos libros, un poema sereno y clásico, rico en orquestación y en matices.

En su etapa romana, a Alberti le interesan más los acontecimientos internacionales, aunque sigue añorando España: Roma, peligro para caminantes, de 1968, Los ocho nombres de Picasso, de 1970, homenaje al genial pintor mmalagueño, que fue amigo suyo.

Después de su vuelta a España publica Abierto a todas horas y Fustigada luz (1980), Versos sueltos de cada día (1982), Los hijos del Drago y Otros poemas (1986). Golfo de sombras (1986), y Canciones para Altair (1988).

Son interesantes los dos volúmenes de La arboleda perdida, de 1942 y 1987, e Imagen primera de... (1945), donde recoge semblanzas de artistas y escritores que conoció.  

 

     Como García Lorca, también cultivó Alberti el teatro, y en ese género destacan sus dramas El Hombre deshabitado, El trébol florido, La gallarda, La pájara pinta, El Adefesio y Noche de guerra en el Museo del Prado;

Hizo una modernización de la Numancia de Cervantes y, conjuntamente con su mujer, una adaptación cinematográfica de La dama duende de Calderón. Es autor de un libro de memorias, La arboleda perdida, de otro de semblanzas, Imagen primera de... y de un estudio sobre La poesía popular en la lírica española contemporánea. También se le deben prólogos, antologías trabajos editoriales y traducciones. 



POEMAS DE RAFAEL ALBERTI 


Si mi voz muriera en tierra

      Si mi voz muriera en tierra,

llevadla al nivel del mar

y dejadla en la ribera.

   Llevadla al nivel del mar

y nombradla capitana

de un blanco bajel de guerra.

   ¡Oh mi voz condecorada

con la insignia marinera:

sobre el corazón un ancla

y sobre el ancla una estrella

y sobre la estrella el viento

y sobre el viento la vela!

               (De Marinero en tierra)

De  Aranda de Duero 

a Peñaranda de duero.

   ¡Castellanos de Castilla,

nunca habéis visto la mar!

   ¡Alerta, que en estos ojos

del sur y en este cantar

yo os traigo toda la mar!

   ¡Miradme, que pasa el mar!

                 (De La amante)

     

Joselito en su Gloria.

   Llora, Giraldilla mora,

lágrimas en tu pañuelo.

Mira cómo sube al cielo

la gracia toreadora.

   Niño de amaranto y oro,

cómo llora tu cuadrilla

y cómo llora Sevilla,

despidiéndote del toro.

   - Tu río, de tanta pena,

deshoja sus olivares

y riega los azahares 

de  su frente por la arena.

   -Díle adiós, torero mío,

díle adiós a mis veleros

y adiós a mis marineros,

que ya no quiero ser río.

   Cuatro arcángeles bajaban

y, abriendo surcos de flores,

al rey de los matadores

en hombros se lo llevaban.

   -Virgen de la Macarena

mírame tú, cómo vengo,

tan sin sangre que ya tengo

blanca mi color morena.

  Mírame así, chorreado

de un borbotón de rubíes

que ciñe de carmesíes

rosas mi talle quebrado.

   Ciérrame con tus collares

lo cóncavo de esta herida,

¡que se me escapa la vida

por entre los alamares!

   ¡Virgen del Amor, clavada,

igual que un toro, en el seno!

Pon a tu espadita bueno

y dale otra vez su espada.

   Qué pueda, Virgen, que pueda

volver con sangre a Sevilla

y al frente de mi cuadrilla

lucirme por la Alameda.


Guía estival del paraíso

 (Programa de festejos)

   Hotel de Dios: pulsado por los trenes

y buques. Parque al sur. Ventiladores.

Automóvil al mar y los andenes.

   San Rafael, plumado, a la Cantina,

chófer de los colgantes corredores,

por un sorbete lleva, sin propina.

   ¡Al Bar de los Arcángeles! De lino,

las cofias de las frentes, y las alas,

de sidra y plumas de limón y vino.

   Por una estrella de metal, las olas

satinan el marfil de las escalas

áureas de las veloces pianolas.

   ¡Campo de Aviación! Los serafines,

la Vía Láctea enarenada, vuelan

la gran Copa del Viento y los Confines.

   Y en el Estadio de la Luna, fieros,

gimnastas de las nieves, se revelan,

jabalinas y discos, los luceros.

   ¿Reina de las barajas! Por los lagos

de Venus, remadora, a los castillos

del Pim-Pam-Pum de los tres Reyes Magos.

   Carreras de los vírgenes cometas

en cinta, alrededor de los anillos

saturnales, de alcol las bicicletas.

   ¡Funicular al Tiro de Bujías!

¡Submarino al Vergel de los Enanos,

y al Naranjal de Alberti, los tranvías!

   Hotel de Dios: pulsado por los trenes

y buques. Hall al sur. Americanos

refrescos. Auto al mar y los andenes.

                ( De Cal y Canto)

  

Cita triste de Charlot

   Mi corbata, mis guantes,

mis guantes, mi corbata.

   La mariposa ignora la muerte de los sastres,

la derrota del mar por los escaparates.

Mi edad, señores, 900.000 años.

¡Oh!

   Era yo un niño cuando los peces no andaban,

cuando los ocas no decían misa

ni el caracol embestía al gato.

Juguemos al ratón y al gato, señorita.

   Lo más triste, caballero, un reloj:

las 11, las 12, la 1, las 2.

   A las tres en punto morirá un transeúnte.

Tú, luna, no te asustes,

tú luna, de los taxis retrasados,

luna de hollín de los bomberos.

   La ciudad está ardiendo por el cielo,

un traje igual al mío se hastía por el campo.

Mi edad, de pronto, 25 años.

   Es que nieva, que nieva

y mi cuerpo se vuelve choza de madera.

Yo te invito al descanso, viento.

Muy tarde es ya para cenar estrellas.

   Pero podemos bailar, árbol perdido.

Un vals para los lobos,

para el sueño de la gallina sin las uñas del zorro.

   Se me ha extraviado el bastón.

Es muy triste pensarlo solo por el mundo.

¡Mi bastón!

   Mi sombrero y mis puños,

mis guantes, mis zapatos.

El hueso que más me duele, amor mío, es el reloj:

las 11, las 12, la 1, las 2.

   Las tres en punto.

En la farmacia se evapora un cadáver desnudo.

   (De Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos).


Los dos ángeles.

   Ángel de luz, ardiendo,

¡oh, ven! y con tu espada

incendia los abismos donde yace

mi subterráneo ángel de las nieblas.

   ¡Oh espadazo en las sombras!

Chispas múltiples,

clavándose en mi cuerpo,

en mis alas sin plumas,

en lo que nadie ve,

vida.

   Me estás quemando vivo.

Vuela ya de mí, oscuro

Luzbel de las canteras sin auroras,

de los pozos sin agua,

de las simas sin sueño,

ya carbón del espíritu,

sol, luna.

   Me duelen los cabellos

y las ansias. ¡Oh, quémame!

¡Más, más, sí, sí más! ¡Quémame!

   ¡Quémalo, ángel de luz, por las nubes,

tú, sin mí, tú, por mí,

ángel frío de polvo, ya sin gloria,

volcado en las tinieblas!

   ¡Quémalo, ángel de luz,

quémame y huye!

         (De Sobre los ángeles)



Espantapájaros

   Ya en mi alma pesaban de tal modo los muertos

futuros que no podían andar ni un solo paso sin que

   las piedras revelaran sus entrañas.

   ¿Qué gritan y defienden esos trajes retorcidos por

   las exhalaciones?

Sangran ojos de mulos cruzados de escalofríos.

Se hace imposible el cielo entre tantas tumbas anegadas

   de setas corrompidas.

   ¿Adónde ir con las ansias de los que han de morirse?

La noche se desploma por un exceso de equipaje secreto.

Alabad a la chispa que electrocuta las huestes y los 

   rebaños.

Un hombre y una vaca perdidos.

   ¿Qué nuevas desventuras esperan a las hojas para 

   este otoño?

Mi alma no puede ya con tanto cargamento sin destino.

El sueño para preservarse de las lluvias intenta una 

   alquería.

Anteanoche no aullaron ya las lobas.

   ¿Qué espero rodeado de muertos al filo de una ma-

   drugada indecisa?

                     (De Sermones y moradas)

    

El toro de la muerte.

   Negro toro, nostálgico de heridas,

corneándole al agua sus paisajes,

revisándole cartas y equipajes

a los trenes que van a las corridas.

   ¿Qué sueñas en tus cuernos, qué escondidas

ansias les arrebolan los viajes,

qué sistema de riegos y drenajes

ensayan en la mar tus embestidas?

   Nostálgico de un hombre con espada,

de sangre femoral y de gangrena,

ni el mayoral ya puede detenerte.

   Corre, toro, a la mar, embiste, nada,

y a un torero de espuma, sal y arena,

ya que intentas herir, dale la muerte.

              (De Verte y no verte)

  

Hace falta estar ciego.

   Hace falta estar ciego,

tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,

cal viva,

arena hirviendo,

para no ver la luz que salta en nuestros actos,

que ilumina por dentro nuestra lengua,

muestra diaria palabra.

   Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,

sin participación en los himnos futuros,

sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado

   sombrío de la tierra.

   Hace falta querer ya en vida ser pasado,

obstáculo sangriento,

cosa muerta,

seco olvido.

                 (De De un momento a otro)

         

México.

(El indio)

   Todavía más fino, aún más fino, más fino,

casi desvaneciéndose de pura transparencia,

de pura delgadez como el aire del Valle.

   Es como el aire.

   De pronto suena a hojas,

suena a seco silencio, a terrible protesta de árboles,

de ramas que prevén los aguaceros.

   Es como los aguaceros.

   Se apaga como ojo de lagarto que sueña,

garra dulce de tigre que se volviera hoja,

lumbre débil de fósforo al abrirse una puerta.

   Es como lumbre.

   Lava antigua volcánica rodando,

color de hoyo con ramas que se queman,

tierra impasible al temblor de la tierra.

   Es como tierra.

                     ( De 13 bandas y 48 estrellas)

           

   Se equivocó la paloma.

Se equivocaba.

Por ir al norte fue al sur.

Creyó que el trigo era agua.

Se equivocaba.

   Creyó que el mar era el cielo;

que la noche, la mañana.

Se equivocaba.

   Que las estrellas, rocío;

que la calor, la nevada.

Se equivocaba.

   Que tu falda era tu blusa;

que tu corazón, su casa.

Se equivocaba.

   (Ella se durmió en la orilla.

Tú, en la cumbre de una rama.)

     

 

                  (Muelle del reloj)

   A través de una niebla caporal de tabaco

miro el río de Francia,

moviendo escombros tristes, arrastrando ruinas

por el pesado verde ricino de sus aguas.

Mis ventanas

ya no dan a los álamos y los ríos de España.

   Quiero mojar la mano en tan espeso frío

y parar lo que pasa

por entre ciegas bocas de piedra, dividiendo

subterráneas corrientes de muertos y cloacas.

Mis ventanas

ya no dan a los álamos y los ríos de España.

   Miro una lenta piel de toro desollado, 

sola, descuartizada, 

sosteniendo cadáveres de voces conocidas,

sombra abajo, hacia el mar, hacia una mar sin barcas.

Mis ventanas

ya no dan a los álamos y los ríos de España.

   Desgraciada viajera fluvial que de mis ojos

desprendidos arrancas

eso que de sus cuencas desciende como río

cuando el llanto se olvida de rodar como lágrima.

Mis ventanas

ya no dan a los álamos y los ríos de España.

               ( De Entre el clavel y la espada)

        

Zurbarán.

   Ni el humo, ni el pavor, ni la neblina.

Lejos de aquí ese aliento que destruye.

Una luz en los huesos determina

y con la sombra cómplice construye.

Pensativa sustancia la pintura,

paraliza de luz la arquitectura.

 

Meditación del sueño, memorable

visión real que en éxtasis domeña;

severo cielo, tierra razonable

de pan cortado, vino y estameña.

El pincel, la paleta, todo es frente,

médula todo, pensativamente,

 

   Piensa el tabique, piensa el pergamino

del volumen que alumbra la madera;

el pan se abstrae y se ensimisma el vino

sobre el mantel que enclaustra la arpillera.

Y es el membrillo un pensamiento puro

que concentre el frutero en claroscuro.

 

   Ora el plato, y la jarra, de sencilla,

humildemente persevere muda,

y el orden que descansa en la vajilla

se reposa en la luz que la desnuda.

Todo el callado refectorio reza

una oración que exalta la certeza.

 

   La nube es un soporte, es una baja

plataforma celeste suspendida,

donde un arcángel albañil trabaja,

roto el muro, en mostrar que hay otra vida.

Mas lo que muestra es siempre un andamiaje

para enganchar en pliegues el ropaje.

 

   Rudo amante del lienzo, recia llama

que blanquecinamente tabletea,

telar del hilo de la flor en rama,

pincel que teje, aguja que tornea.

Nunca la línea revistió más peso

ni el alma paño vivo en carne y hueso.

 

   Fe que da el barro, mística terrena

que el color de la arcilla sube al cielo;

mano real que al ser humano ordena

mirarse ante el divino paralelo.

La gloria abierta, el monje se extasía

al ver volar la misma alfarería.

 

   Pintor de Extremadura, en ti se extrema,

dura y fatal, la lidia por la forma.

El pan que cuece tu obrador se quema

en el frío troquel que lo conforma.

Gire en tu eternidad la disciplina

de una circunferencia cristalina.

                        (De A la Pintura.)

 


Retorno de la invariable poesía.

¡Oh poesía hermosa, fuerte y dulce,

mi solo mar al fin, que siempre vuelve!

¿Cómo vas a dejarme, cómo un día

pude, ciego, pensar en tu abandono? “.

 

Tú eres lo que me queda, lo que tuve,

desde que abrí a la luz, sin comprenderlo.

Fiel en la dicha, fiel en la desgracia,

de tu mano en la paz,

y en el estruendo triste

de la sangre y la guerra, de tu mano.

 

Yo dormía en las hojas, yo jugaba

por las arenas verdes de los ríos,

subiendo a las veletas de las torres

y a la nevada luna mis trineos.

Y eran tus alas invisibles, era

su soplo grácil quien me conducía.

 

¿Quién tocó con sus ojos los colores,

quién a las líneas contagió su aire,

y quién, cuando el amor, puso en su flecha

un murmullo de fuentes y palomas?

Luego, el horror, la vida en el espanto,

la juventud ardiendo en sacrificio.

¿ Qué sin ti el héroe, que su pobre muerte

sin el súbito halo de relámpagos

con que tú lo coronas e iluminas?

  

¡Oh, hermana de verdad, oh compañera,

conmigo, desterrada,

conmigo, golpeado y alabado,

conmigo, perseguido;

en la vacilación, firme, segura,

en la firmeza, animadora, alegre,

buena en el odio necesario, buena

y hasta feliz en la melancolía!

¿Qué no voy a esperar de ti en lo que me falte

de júbilo o tormento? ¿Qué no voy

a recibir de ti, di, que no sea

sino para salvarme, alzarme, conferirme?

Me matarán quizá y tú serás mi vida,

viviré más que nunca y no serás mi muerte.

Porque por ti yo he sido, yo soy música,

ritmo veloz, cadencia lenta, brisa

de los juncos, vocablo de la mar, estribillo

de las simples cigarras populares.

Porque por ti soy tú y seré por ti sólo

lo que fuiste y serás para siempre en el tiempo.

                     (De Retornos de lo vivo lejano.)

 

   

 Por encima del mar, desde la orilla

americana del Atlántico

 ¡Si yo hubiera podido, oh Cádiz, a tu vera,

hoy, junto a ti, metido en tus raíces,

hablarte como entonces,

como cuando descalzo por tus verdes orillas

iba a tu mar robándole caracoles y algas!

 

Bien lo merecería, yo sé que tú lo sabes,

por haberte llevado tantos años conmigo,

por haberte cantado casi todos los días,

llamando siempre Cádiz a todo lo dichoso,

lo luminoso que me aconteciera.

 

Siénteme cerca, escúchame

igual que si mi nombre, si todo yo tangible,

proyectado en la cal hirviente de tus muros,

sobre tus farallones hundidos o en los huecos

de tus antiguas tumbas o en las olas te hablara.

Hoy tengo muchas cosas, muchas más que decirte.

 

Yo sé que lo lejano,

sí, que lo más lejano, aunque se llame

Mar de Solís o Río de la Plata,

no hace que los oídos

de tu siempre dispuesto corazón no me oigan.

Por encima del mar voy de nuevo a cantarte.

                       (De Ora marítima.)

           

Federico

Voy por la calle del Pinar

para verte en la residencia.

Llamo a la puerta de tu cuarto.

Tú no estás.

 

Federico.

Tú te reías como nadie.

Decías tú todas tus cosas

como ya nadie las dirá.

Voy a verte a la Residencia.

Tú no estás.

 

Federico

Por estos montes del Aniene

tus olivos trepando van.

Llamo a sus ramas con el aire.

Tú sí estás.

           (De Canciones del alto valle del Aniene.)

             

Pamplinas

" De lona y níquel, peces de las nubes,
bajan al mar periódicos y cartas.
(Los carteros no creen en las sirenas
ni en el vals de las olas, sí en la muerte.
   Y aún hay calvas marchitas a la luna
y llorosos cabellos en los libros.
Un polisón de nieve, blanqueando
las sombras, se suicida en los jardines.
   ¿Qué será de mi alma, que hace tiempo
bate el récord continuo de la ausencia?
¿Qué de mi corazón, que ya ni brinca,
picado ante el azar y el accidente?
   Exploradme los ojos, y, perdidos,
os herirán las ansias de los náufragos,
la balumba de nortes ya difuntos,
el solo bamboleo de los mares.
   Cascos de chispa y pólvora, jinetes
sin alma y sin montura entre los trigos;
basílicas de escombros, levantadas
trombas de fuego, sangre, cal, ceniza.
   Pero también, un sol en cada brazo,
el alba aviadora, pez de oro,
sobre la frente un número, una letra,
y en el pico una carta azul, sin sello.
   Nuncio -la voz, eléctrica, y la cola-
del aceleramiento de los astros,
del confín del amor, del estampido
de la rosa mecánica del mundo.
   Sabed de mí, que dije por teléfono
mi madrigal dinámico a los hombres:
¿Quién eres tú, de acero, estaño y plomo?
-Un relámpago más, la nueva vida.
 


 

 

 

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