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Por todo esto se puede dudar si en su persona es mas importante valorar su poesía o su colaboración inestimable como vehículo material y estético de la poesía de los demás, tal es su importancia como impresor. Aparte de la tan citada Litoral, de la que fue Cofundador con Prados, publicó otras revistas importantes y destacables, como su mujer -la poetisa Concha Méndez- editó, en la colección Héroe, libros fundamentales de poesía. En 1933 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su libro La lenta Libertad. La guerra civil le llevó a expatriarse, marchando a América y residiendo principalmente en Cuba y posteriormente en Méjico, donde continuó su labor como editor, si bien se va adentrando cada vez más en el mundo cinematográfico, como guionista, productor y director. Vuelto a España en 1959, halló la muerte ese mismo año, junto a su mujer, en un trágico accidente de automóvil. Obra Poética Los valores de su poesía —menor, pero auténtica— emanan de la calidad humana de su autor, «ángel» malagueño, como lo llamó Aleixandre. De Altolaguirre dice José Luis Cano que «era la juventud misma, la alegre y dorada inconsciencia del vivir.., era tan distraído y seductor como Shelley», Este «benjamín de la generación de 1927» tenía, como Lorca, el don de la contagiosa simpatía, de la gracia infantil. Su obra es aérea, delicada, de aliento romántico. De pronto, el niño, el «ángel» que parecía estar en las nubes, nos sorprende con un chispazo de misteriosa intuición de lo humano abisal, que hace pensar en Blake. Altolaguirre mismo ha confesado que su poesía «se siente hermana menor de la de Salinas», reconociendo también el influjo de Juan Ramón Jiménez, Aleixandre, Cernuda y Prados. “La poesía (...) es mi principal fuente de conocimiento. Me enseña el mundo, y en ella aprendo a conocerme a mí mismo (...). Ella nos hace unánimes, comunicativos”. Estas palabras de Altolaguirre, tan coherentes con su personalidad, nos dan la clave de su obra poética, que es, ante todo, cálida, cordial, transparente. Junto a su gracia andaluza, canta el amor, o la soledad, o la muerte, con tonos que han sido calificados de románticos. Lo cierto es que no se hallarán, en su obra, huellas de deshumanización propias de las audacias vanguardistas. Según el propio Altolaguirre, su poesía “se siente hermana menor de la de Salinas”, y reconoce, además, las influencias de Juan Ramón, de Aleixandre, de Cernuda y de Prados, a las que habría que añadir las de Lorca y Alberti. Rasgo sobresaliente de su producción es la musicalidad, lo que se hace presente en todas las formas que cultivó, con predominio de los versos cortos y las estrofas leves de raíz tradicional. Primera etapa
Otros títulos de su primera época son:
Etapa de la guerra Durante la guerra civil, escribe poemas de compromiso que aparecen en revistas como Hora de España y El Mono Azul. Etapa del Exilio En el exilio publicó, entre otros:
Es autor también de una Biografía de Garcilaso dela Vega, de una Antología de la Poesía Romántica española, de las piezas teatrales Entre dos públicos y El triunfo de las Germanías (en colaboración con José Dergamín). Tradujo el Adonais de Shelley y -con O. Savich- El convidado de piedra de Pushkin.
POEMAS DE MANUEL ALTOLAGUIRRELa Playa. Las barcas de dos en dos, como sandalias del viento puestas a secar al sol.
Yo y mi sombra, ángulo recto. Yo y mi sombra, libro abierto.
Sobre la arena tendido como despojo del mar se encuentra un niño dormido.
Yo y mi sombra, ángulo recto. Yo u mi sombra, libro abierto.
Y más allá, pescadores tirando de las maromas amarillas y sabores.
Yo y mi sombra, ángulo recto. Yo y mi sombra, libro abierto. Era dueño de sí, dueño de nada Como no era de dios ni de los hombres, nunca jinete fue de la blancura, ni nadador, ni águila. su tierra estéril nunca los frondosos verdores consintió de una alegría, ni los negros plumajes angustiosos. Era dueño de sí, dueño de nada. ¡Ven, que quiero desnudarte! Ya se fue la luz, y tengo cansancio de estos vestidos. ¡Quítame el traje! Que crean que he muerto, porque, desnuda mientras me velan el sueño, descanso toda la noche; porque mañana temprano, desnuda de mi desnudo, iré a bañarme en un río, mientras mi traje con traje lo guardarán para siempre. Ven, muerte, que soy un niño, y quiero que me desnuden, que se fue la luz y tengo cansancio de estos vestidos. El alma es igual que el aire. con la luz se hace invisible, perdiendo su honda negrura. Sólo en las profundas noches son visibles alma y aire. Sólo en las noches profundas.
Que se ennegrezca tu alma pues quieren verla mis ojos. Oscurece tu alma pura. Déjame que sea tu noche, que enturbie tu transparencia. ¡Déjame ver tu hermosura! Quiero subir a la playa blanca, donde el oleaje verde de un mar ignorado salpica el manto de Dios; a ese paisaje infinito, altísimo, iluminado. No estarme bajo este techo angustiosos de la vida, de la muerte, del cansancio, por no morir ni nacer a las sombras alegres. Quiero nacer de esta madre que es la tierra, el mundo alto donde los puertos nacieron. Estoy perdido. Profeta de mis fines no dudaba del mundo que pintó mi fantasía en los grandes desiertos invisibles.
Reconcentrado y penetrante, solo, mudo, predestinado, esclarecido, mi aislamiento profundo, mi hondo centro, mi sueño errante y soledad hundida, se dilataban por lo inexistente, hasta que vacilé cuando la duda oscureció por dentro mi ceguera.
Un tacto oscuro entre mi ser y el mundo, entre las dos tinieblas, definía una ignorada juventud ardiente. Encuéntrame en la noche. Estoy perdido. Es la tierra de nadie. No es color, ni perdida forma ni luz difusa, débil, la que parte la inmensidad del campo, su hermosura. No es un otoño entre el calor y el frío, no se ve ni se siente, no se sueña la fatídica franja divisoria. Pero allí está, como un reptil, inmóvil: es la tierra de nadie, de mi España. La niebla se es cercana me parece que oculta algún dolor, velo que niega a unos ojos la luz, a los que ciega con un blancor de llanto que estremece;
pero si no es cercana, si se mece altísima en el cielo, si navega por los espacios desde donde riega con lluvia y no con llanto, me parece como el origen gris de toda cosa. Es turbia la creación, y considera que en el principio fue la nebulosa, sin que mirada alguna se escondiera tras esa bruma blanca y misteriosa, de la vida tal vez causa primera. Quiero vivir para siempre en torre de tres ventanas, donde tres luces distintas den una luz a mi alma.
Tres personas y una luz en esa torre tan alta.
Aquí abajo, entre los hombres, donde el bien y el mal batallan, el dos significa pleito, el dos indica amenaza.
Quiero vivir para siempre en torre de tres ventanas. Este jardín donde estoy siempre estuvo en mí. No existo, Tanta vida, tal conciencia, borran mi ser en el tiempo. conocer la obra de dios es estar con Él. Viaje su muerte ¡Qué golpe aquel de aldaba Todos los prisioneros percibimos El sol su página plisada Descorrió su cortina el elegido, Nos dejó la burbuja de su ausencia |
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