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MANUEL ALTOLAGUIRRE



Nació en Málaga en 1905. Cursó la carrera de Derecho, que ejerció brevemente. Desempeñó también otras profesiones, además de la de abogado, sobre todo de impresor, publicando colecciones tipográficas a mano de poesía en Madrid, París, Londres, La Habana y Méjico: Poesía, La tentativa poética, Héroe, Caballo verde para la poesía, 1916, La Verónica, El ciervo herido.

Por todo esto se puede dudar si en su persona es mas importante valorar su poesía o su colaboración inestimable como vehículo material y estético de la poesía de los demás, tal es su importancia como impresor. Aparte de la tan citada Litoral, de la que fue Cofundador con Prados, publicó otras revistas importantes y destacables, como su mujer -la poetisa Concha Méndez- editó, en la colección Héroe, libros fundamentales de poesía. 

En 1933 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su libro La lenta Libertad. La guerra civil le llevó a expatriarse, marchando a América y residiendo principalmente en Cuba y posteriormente en Méjico, donde continuó su labor como editor,  si bien se va adentrando cada vez más en el mundo cinematográfico, como guionista, productor y director. Vuelto a España en 1959, halló la muerte ese mismo año, junto a su mujer, en un trágico accidente de automóvil.

Obra Poética

Los valores de su poesía —menor, pero auténtica— emanan de la calidad humana de su autor, «ángel» malagueño, como lo llamó Aleixandre. De Altolaguirre dice José Luis Cano que «era la juventud misma, la alegre y dorada inconsciencia del vivir.., era tan distraído y seductor como Shelley», Este «benjamín de la generación de 1927» tenía, como Lorca, el don de la conta­giosa simpatía, de la gracia infantil. Su obra es aérea, delicada, de aliento romántico. De pronto, el niño, el «ángel» que parecía estar en las nubes, nos sorprende con un chispazo de misteriosa intuición de lo humano abisal, que hace pensar en Blake. Altolaguirre mismo ha confesado que su poesía «se siente hermana menor de la de Salinas», reconociendo también el influjo de Juan Ramón Jiménez, Aleixandre, Cernuda y Prados.

“La poesía (...) es mi principal fuente de conocimiento. Me enseña el mundo, y en ella aprendo a conocerme a mí mismo (...). Ella nos hace unánimes, comunicativos”. Estas palabras de Altolaguirre, tan coherentes con su personalidad, nos dan la clave de su obra poética, que es, ante todo, cálida, cordial, transparente. Junto a su gracia andaluza, canta el amor, o la soledad, o la muerte, con tonos que han sido calificados de románticos. Lo cierto es que no se hallarán, en su obra, huellas de deshumanización propias de las audacias vanguardistas. Según el propio Altolaguirre, su poesía “se siente hermana menor de la de Salinas”, y reconoce, además, las influencias de Juan Ramón, de Aleixandre, de Cernuda y de Prados, a las que habría que añadir las de Lorca y Alberti.

Rasgo sobresaliente de su producción es la musicalidad, lo que se hace presente en todas las formas que cultivó, con predominio de los versos cortos y las estrofas leves de raíz tradicional.  

Primera etapa

  • Destaca, entre sus libros, Las islas invitadas (1926), incrementado con nuevos poemas en los años sucesivos: 1936-44-46. A diferencia de lo que hemos dicho sobre los libros de otros poetas de este grupo, que van creciendo sin perder unidad, Las islas invitadas es un libro heterogéneo en el que van apareciendo poemas publicados en otros libros o revistas. Por ello, este libro, en cuanto a contenidos y formas, representa el resumen y, en cierto modo, la cima de este neorromántico que fuere, en talante, en símbolos, en expresividad, el malagueño Altolaguirre.

Otros títulos de su primera época son:

  • Ejemplo (1927),  

  • Poesía (1930-31), 

  • Soledades juntas (1931), etc.

Etapa de la guerra

Durante la guerra civil, escribe poemas de compromiso que aparecen en revistas como Hora de España y El Mono Azul.

Etapa del Exilio

En el exilio publicó, entre otros:

  • Nube temporal (1939), libro claramente señalado por la tragedia civil y personal: 

  • Fin de un amor (1949), testimonio de una profunda crisis sentimental que le llevará a separarse de Concha Méndez y contraer nuevo matrimonio; 

  • y Poemas de América (1955)  

   Es autor también de una Biografía de Garcilaso dela Vega, de una Antología  de la Poesía Romántica española, de las piezas teatrales Entre dos públicos y El triunfo de las Germanías (en colaboración con José Dergamín). Tradujo el Adonais de Shelley y -con O. Savich- El convidado de piedra de Pushkin.





 

POEMAS DE MANUEL ALTOLAGUIRRE

   La Playa.

Las barcas de  dos en dos,

como sandalias del viento

puestas a secar al sol.

 

Yo y mi sombra, ángulo recto.

Yo y mi sombra, libro abierto.

 

Sobre la arena tendido

como despojo del mar

se encuentra un niño dormido.

 

Yo y mi sombra, ángulo recto.

Yo u mi sombra, libro abierto.

 

Y más allá, pescadores

tirando de las maromas

amarillas y sabores.

 

Yo y mi sombra, ángulo recto.

Yo y mi sombra, libro abierto.

 El egoísta.

Era dueño de sí, dueño de nada

Como no era de dios ni de los hombres,

nunca jinete fue de la blancura,

ni nadador, ni águila.

su tierra estéril nunca los frondosos

verdores consintió de una alegría,

ni los negros plumajes angustiosos.

Era dueño de sí, dueño de nada.

Crepúsculo.

¡Ven, que quiero desnudarte!

Ya se fue la luz, y tengo

cansancio de estos vestidos.

¡Quítame el traje! Que crean

que he muerto, porque, desnuda

mientras me velan el sueño,

descanso toda la noche;

porque mañana temprano,

desnuda de mi desnudo,

iré a bañarme en un río,

mientras mi traje con traje

lo guardarán para siempre.

Ven, muerte, que soy un niño,

y quiero que me desnuden,

que se fue la luz y tengo

cansancio de estos vestidos.

Noche.

El alma es igual que el aire.

con la luz se hace invisible,

perdiendo su honda negrura.

Sólo en las profundas noches

son visibles alma y aire.

Sólo en las noches profundas.

 

Que se ennegrezca tu alma

pues quieren verla mis ojos.

Oscurece tu alma pura.

Déjame que sea tu noche,

que enturbie tu transparencia.

¡Déjame ver tu hermosura!

Quiero subir.

Quiero subir a la playa

blanca, donde el oleaje

verde de un mar ignorado

salpica el manto de Dios;

a ese paisaje infinito,

altísimo, iluminado.

No estarme bajo este techo

angustiosos de la vida,

de la muerte, del cansancio,

por no morir ni nacer

a las sombras alegres.

Quiero nacer de esta madre

que es la tierra, el mundo alto

donde los puertos nacieron.

Estoy perdido.

Profeta de mis fines no dudaba

del mundo que pintó mi fantasía

en los grandes desiertos invisibles.

 

Reconcentrado y penetrante, solo,

mudo, predestinado, esclarecido,

mi aislamiento profundo, mi hondo centro,

mi sueño errante y soledad hundida,

se dilataban por lo inexistente,

hasta que vacilé cuando la duda

oscureció por dentro mi ceguera.

 

Un tacto oscuro entre mi ser y el mundo,

entre las dos tinieblas, definía

una ignorada juventud ardiente.

Encuéntrame en la noche. Estoy perdido.

Es la tierra de nadie.

No es color, ni perdida forma

ni luz difusa, débil, la que parte

la inmensidad del campo, su hermosura.

No es un otoño entre el calor y el frío,

no se ve ni se siente, no se sueña

la fatídica franja divisoria.

Pero allí está, como un reptil, inmóvil:

es la tierra de nadie, de mi España.

La Niebla.

La niebla se es cercana me parece

que oculta algún dolor, velo que niega

a unos ojos la luz, a los que ciega

con un blancor de llanto que estremece;

 

pero si no es cercana, si se mece

altísima en el  cielo, si navega

por los espacios desde donde riega

con lluvia y no con llanto, me parece

como el origen gris de toda cosa.

Es turbia la creación, y considera

que en el principio fue la nebulosa,

sin que mirada alguna se escondiera

tras esa bruma blanca y misteriosa,

de la vida tal vez causa primera.

Trino.

Quiero vivir para siempre

en torre de tres ventanas,

donde tres luces distintas

den una luz a mi alma.

 

Tres personas y una luz

en esa torre tan alta.

 

Aquí abajo, entre los hombres,

donde el bien y el mal batallan,

el dos significa pleito,

el dos indica amenaza.

 

Quiero vivir para siempre

en torre de tres ventanas.

Eternidad.

Este jardín donde estoy

siempre estuvo en mí. No existo,

Tanta vida, tal conciencia,

borran mi ser en el tiempo.

conocer la obra de dios

es estar con Él.

Viaje su muerte

¡Qué golpe aquel de aldaba
sobre el ébano frío de la noche!
Se desclavaron las estrellas frágiles.

Todos los prisioneros percibimos
el descoserse de la cerradura.
¿Por quién? ¿Adónde?

El sol su página plisada
entró por la rendija oblicuamente,
iluminando el polvo.

Descorrió su cortina el elegido,
y penetró en los ámbitos sonoros
del Triángulo y la espuma.

Nos dejó la burbuja de su ausencia
y la conversación de sus elogios.

Preguntas

" Sentidos ignorados del Universo:
¿adónde lleváis las sensaciones
que adquirís de la nada?
¿En qué vísceras yo, Dios mío, estoy?

¿La tierra un corazón?
Esta entraña secreta en donde estamos
bajo los aires músculos:
¿qué oficio tiene?

La luna, el sol, los astros,
los pulmones oscuros de la noche:
¿bajo qué piel, qué tacto viven?
¿Es tu cuerpo, Dios mío, el Universo?

¿Estás en lo creado
como el alma en la carne
o tienes la arboleda de tu sueño
alborotada, fuera de tu frente,
en la Nada infinita,
igual que yo en tu mundo? "

 

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